En cuanto a la composición genética de los chilenos, se aprecia que en promedio, tenemos un 54% de sangre europea, explicada lógicamente por el poblamiento a partir de españoles llegados fuertemente durante unos 260 años, periodo de nuestra historia conocido como conquista y colonia.
Además, por línea paterna exclusiva, vale decir de varón en varón, los chilenos tenemos un ancestro europeo en el 80% de los casos.
Siglo XVI
Según se vio en el post anterior la presencia europea a partir del siglo XVI modificó completamente a las sociedades precedentes. La historia conocida cuenta cómo Pedro de Valdivia, pese a la mala fama de esta tierra, fue el que emprendió un nuevo viaje en 1540 con 153 expedicionarios. Serían los primeros europeos que de forma continuada se instalarían en Chile.
Aunque en realidad, no todos eran europeos, ni todos hombres. Se han identificado a 148 expedicionarios que estaban presentes para la fundación de Santiago del Nuevo Extremo, que se realizó el 12 o el 24 de febrero de 1541, de ellos 147 eran hombres y había una mujer, doña Inés Suárez. De los hombres, había 6 mestizos; recordemos que América había sido “descubierta” en 1492 y conquistada en buena parte durante las décadas de 1520 – 1530. Además de los anteriores, se sumó un africano llamado Juan Valiente. De los europeos, 136 eran españoles, había un genovés: Pascual Genovés; un alemán: Bartolomé Flores, un griego: Juan Martín de Candia, un portugués: Juan Álvarez y sin duda un flamenco: Juan Bohon.
Este fue el componente inicial y grafica muy bien las proporciones de los llegados a Chile durante el siglo XVI. Es decir, fundamentalmente españoles, pero también alemanes y flamencos porque la corona de Castilla a la cual pertenecía América, la ostentaron los Habsburgo a partir de 1516, quienes también tuvieron bajo sus dominios Flandes y Alemania; también fueron reyes de Portugal entre 1580 y 1640. Los genevoses e italianos podían viajar hacia América ya que pese a no pertenecer a los territorios controlados por los reyes españoles, comerciaban bastante en Sevilla y no eran naciones enemigas. No podían viajar ni ingleses, de hecho la piratería comenzó porque no comerciaban con América; ni tampoco franceses en guerra intermitente con los Habsburgo.
Los españoles crearon una institución que se preocupó de, entre otras cosas, autorizar el paso de las personas hacia el Nuevo Mundo, la Casa de Contratación en Sevilla. Allí, los interesados por cruzar el Atlántico tenían que rendir pruebas de ser “cristianos viejos, limpios de mala sangre”. No podían viajar ex convictos, ni conversos, ni moros. Sólo cristianos probados de buen comportamiento. Indudablemente que se debió burlar aquel control, sin embargo, lo anterior da cuenta de la preocupación porque América se poblara con gente “de bien” (bajo el paradigma de aquella época) y tenía sentido, puesto que el control del rey era menor que el que podía tener en España. Y esto lo remarco porque hay una leyenda negra que incluso personas que considero cultas, la repiten; que América y particularmente Chile fueron conquistados y poblados por delincuentes y asesinos. Generalizando aquellos eventos que sí ocurrieron de mal comportamiento con indígenas fundamentalmente, pero que no se corresponden con la titánica construcción de una sociedad estructurada, con leyes y un funcionamiento relativamente ordenado, que criminales desalmados no hubieran podido establecer.
El ejemplo de los compañeros de Valdivia, llamados así porque fueron los que llegaron con él, sirve para graficar también el nivel cultural y social que tenían. Había dos caballeros notorios, que podían usar el “don” que precedía a su nombre, 11 hidalgos notorios y 23 hidalgos; o sea, un 26% de los hombres de la expedición pertenecía a un estrato social alto. Hay constancia de que al menos 33 sabían leer y escribir; y otros 67 también firmaban. O sea, casi un 70% de ellos al menos firmaba. Es una cifra muy alta[1]. Para poner en contexto, en 1940 (400 años después) la tasa de alfabetismo en Chile era menor al 60%.
Personalmente me llama la atención el mismo Valdivia, no solo escribía, sino que lo hacía muy bien, ocupaba figuras literarias que daban cuenta de su amplia cultura, además de redactar en el marco de cartas con claros fines políticos. Me imagino ir hoy al centro de Santiago y pedirle a los transeúntes que escriban una carta describiendo al país; temo que ni en vocabulario ni en méritos literarios podrían replicar la carta al emperador Carlos V, de 1545.
He estudiado en profundidad una expedición de soldados que llegó a Chile en 1576 y puedo concluir dos cosas, la primera es que quienes se embarcaban eran mayoritariamente campesinos comunes y corrientes, algún noble y allegados. Lo segundo que se evidencia es que debían tener algún capital, ya que se les cobraba 15 ducados para embarcarse a servir como soldados en la guerra más espinosa de América (¡vaya oferta!). Es difícil hacer un equivalente actual, pero el valor debería estar cercano a un ticket de avión a China. Además, debían alimentarse por su cuenta buena parte del viaje… que duró 15 meses[2].
La mayoría de los inmigrantes provenía de Andalucía y Extremadura, con algunos castellanos viejos y nuevos, vascos y pocos gallegos. Hay que recordar que América (la parte occidental) pertenecía a la corona de Castilla, no a la de Aragón y por lo mismo, del último reino vinieron muy pocos a Chile. Italiano destacado fue Juan Bautista Pastene, que dejó gran descendencia en el norte chileno, alemán destacado: Pedro Lísperguer, que formó una de las principales familias del siglo siguiente, flamenco el ya mencionado Juan Bohon, fundador de La Serena.
La inmensa mayoría de los chilenos que logren documentar su genealogía hasta el siglo XVII, casi con total seguridad encontrarán que son descendientes de conquistadores. En el ICHIG hicimos un ejercicio el año 2018, resultando que la inmensa mayoría de quienes tenían avanzados sus árboles genealógicos descendíamos de alguno de los hermanos de Marina Ortiz de Gaete, la esposa de Valdivia, que cuando vino a Chile trajo a sus deudos. Esa familia (los Gaete) representan un verdadero tronco de la sociedad chilena; ya que desde artistas como Pablo Neruda o Gabriela Mistral, hasta varios presidentes de Chile y personas comunes y corrientes, nos conectamos con ellos. En el fondo, somos una gran familia chilena.
SIGLO XVII
Durante el siglo anterior y hasta 1639, Carlos Celis (destacado investigador) contabilizó más de 10.000 hombres llegados a servir en la guerra, principal motivo por el cual venían a Chile. De ellos, un 71% fueron enganchados en Perú, un 26% en España y sólo un 3% en otros lugares de América[3]. Muchos de ellos sólo servían lo mínimo necesario y luego abandonaban el país; otros se quedaron por supuesto; varios eran mestizos también.
A medida que creció la gobernación de Chile, también se acercaron comerciantes, artesanos (esenciales para construir las ciudades) y funcionarios de gobierno.
Tema relevante fue la presencia de portugueses, aunque para las autoridades españolas ellos eran sospechosos de ser conversos y por lo tanto, con prohibición de estar acá. Esto pasaba porque resultaba conveniente a un cristiano nuevo (o converso) ocultarse en Portugal, llegar a Sevilla, donde no lo conocían y pasar como cristiano viejo hacia América. Cuando los judíos fueron expulsados de España muchos arribaron a Portugal.
Llegaron unas pocas familias flamencas, mientras el rey de España tuvo el control de Flandes, como los Menart, Blondel, Guise y según un genealogista de renombre, los Dinamarca. Ya no llegaron alemanes porque la corona española se separó de esa influencia y siguieron prohibidos los franceses e ingleses. En esta etapa se aprecian muy pocos italianos, destacándose los Honorato.
Hay constancia de dos ingleses, de los cuales no sé por qué motivo se les permitió residir, uno es Antonio Felipe Flores y otro llegado a fines de siglo, Alexander Stewart (antepasado de líneas Estuardo, Stuardo, Duardo, etc.); este último quizás llegó como irlandés, que por ser católicos tenían más opciones de quedarse; del primero no tengo mayores antecedentes.
En general, la zona controlada por los españoles fue dedicada al trabajo de la tierra, a la producción ganadera inicialmente (cecinas, cueros, etc.), y hacia fines de siglo, al trigo. La guerra continuó, materializándose una frontera en el Bío Bío que varias veces se vio superada por los mapuches.
Siglo XVIII
En 1700 se produjo el cambio de dinastía en España, se extinguió la línea Habsburgo y pasó a los Borbón. Ellos cambiaron el panorama político europeo, aliándose con los franceses inicialmente. Esto repercutió en América, ya que por fin los galos pudieron comercializar con este continente prohibido por dos siglos; además de poder asentarse. Familias como los Bascur, Letelier, Penrós, Ravest y Pinochet llegaron durante las primeras décadas. Hacia 1719-1720 se contabilizaron apenas 96 extranjeros (europeos menos españoles y criollos)[4], cuando había unos 100.000 “blancos” en Chile. En esos años vivían unos pocos ingleses, destacándose la familia formada por Guillermo Labrín. Los irlandeses podían pasar hacia América por coincidir con los españoles en la religión, como John Evans, fundador de los Ibáñez (entre los que se encuentra el presidente de aquel apellido) o Ambrosio O’Higgins, gobernador de Chile. La relación con Francia siguió el curso de los siglos anteriores, con guerras y cercanías circunstanciales. Así que, al principio se autorizó el comercio, luego se rechazó.
Debido a la liberalización económica, en este siglo comenzaron a llegar comerciantes vascos que se relacionaron con las familias más tradicionales, muchas de ellas descendientes de los primeros conquistadores, pero venidas a menos; de esta forma se fueron incorporando a la naciente aristocracia local; también llegaban funcionarios de gobierno y militares, como era de esperar.
En general, la inmigración española no se detuvo en ningún momento y por su propio celo sobre el continente, permitió la llegada de otros europeos en forma muy esporádica y mínima.
La ocupación de la zona norte y central creció, aunque de forma escasa. En este siglo comenzaron a fundarse una gran cantidad de villas, para que la población pasara del mundo rural al urbano; cuestión que fue lentísima.
A estas alturas, los descendientes de españoles de la conquista y primeros años coloniales, ya estaban mestizados casi completamente. En esta época también surgen la mayor cantidad de títulos nobiliarios, símbolo inequívoco del buen pasar económico de algunos pocos y de la creciente separación entre el pueblo llano y la clase alta; cuestión que no se percibía de esa forma en los siglos anteriores.
Siglo XIX
Partió con los aires independentistas que culminaron con la separación definitiva de la corona española, y por lo tanto, con el cese de la inmigración de personas de dicha nacionalidad, no totalmente, pero disminuyó notoriamente.
En 1808 había apenas 80 extranjeros europeos, cifra que se incrementó considerablemente luego de la independencia, la que facilitó que los ingleses, tan vedados en el pasado, por fin llegaran a Chile, por ejemplo, los Aylwin, Edwards, Meiggs, Blest y tantos otros. Lo mismo los franceses, que también comenzaron a llegar más fluidamente, como los Parot y Barroilhet. La mayor cantidad de extranjeros europeos se concentró en Valparaíso, donde en 1830 el 10% de la población era foránea.
Con la ocupación de la Araucanía, luego de más de 300 años de guerra, el gobierno trajo abundante población europea, destacándose los alemanes, suizos, franceses, italianos, españoles… que residieron en el sur de Chile principalmente y que se fueron de a poco mezclando con los chilenos de un poco más al norte y algunos nativos.
Normalmente la minería representó un foco atractivo tanto para los locales como para inmigrantes, como ocurrió a fines del siglo XIX con los croatas (dálmatas) que arribaron a la región de Magallanes o escoces en la minería de carbón en Lota, además de ingleses, alemanes y otros en las salitreras.
Siglo XX
Con las guerras de aquel siglo, se produjeron nuevas migraciones europeas producidas fundamentalmente porque el epicentro estuvo en aquel continente, contando principalmente a los judíos provenientes de la ex Yugoslavia, Grecia y Turquía; más un flujo pequeño de italianos. En general, las migraciones del siglo XX se estabilizaron y fueron globales, ya no hubo sólo un grupo particular como pasó en los períodos anteriores.
En 1992 menos del 1% era extranjero en Chile.
En definitiva, nuestra composición genética europea y por consiguiente también genealógica es muy española, ya que pese a las migraciones de los siglos XIX y XX, la abrumadora presencia de descendientes españoles marca una diferencia difícil de superar. Por ejemplo, entre los 200 apellidos más comunes de Chile, 199 tienen claramente un origen español y 1 (Pereira) se podría considerar de raíz portuguesa.
Notas
[1] Carlos Celis Atria, Los Fundadores de Santiago. Base social de Chile en Revista de Estudios Históricos N° 48, pág. 7, ICHIG, 2007.
[2] Cristián Cofré León, La expedición de Juan Losada Quiroga y Juan Lozano Machuca (1573 – 1576) en Revista de Estudios Históricos N° 57, pág. 229, ICHIG, 2015.
[3] Carlos Celis Atria, Refuerzos para la conquista de Chile en Revista de Estudios Históricos N° 50, pág. 7, ICHIG, 2008.
[4] Patricio Díaz González, Censo de extranjeros en Chile 1719 y 1720 en Revista de Estudios Históricos N° 58, pág. 167, ICHIG, 2016.
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