Hace poco hallé en uno de los sitios que tienen tests de ADN autosomales, a una pariente -algo así como una prima tercera-, que tiene su primer apellido Porras. Este “match” me pareció muy interesante porque en general son pocos los que lo llevan. De hecho, en Chile ocupa el lugar 1.124 aproximadamente, entre los apellidos más frecuentes. Calculo que no debe haber más de 3 mil personas que lo portan en la actualidad y sus lugares de influencia histórica se circunscriben a las comunas de la zona centro norte, como Calle Larga, Salamanca, Los Andes, San Esteban, San Felipe, Panquehue, Cabildo, Illapel; y en menor grado a las de Sagrada Familia y Licantén en la zona centro sur.
Y despertó mi curiosidad esta coincidencia porque tengo antepasados de ese apellido en Salamanca. Por lo tanto, sospeché inmediatamente que por esa vía podría vislumbrarse nuestro parentesco. Así que, comencé a investigar su genealogía y justamente llegué a unos Porras Cuevas de la misma ciudad de la que venían mis ancestros. También tengo antepasados Cuevas de ahí mismo, por lo que no debería descartar esa otra alternativa, quizá seamos parientes por ambas familias.
Todavía no logro encontrar el vínculo documental, pero estoy cerca. Lo interesante para mí, vendría por el hecho de que hace varios años atrás investigué a esta familia y como muchos otros proyectos está en estado de “avance lento”. Siempre estoy atento por si encuentro pistas, pero no de forma activa. Mi meta es en algún momento trazar este apellido desde el primero hasta hoy, y esa pariente podría ser la excusa perfecta para terminar ese proyecto.
Porras vendría de la “porra”, que tiene varias acepciones como nos cuenta la RAE, siendo las primeras tres las que más tendrían sentido para mí. Según Gutierre Tibón, su etimología deriva del latín porrum, “liliácea con cebolla alargada y sencilla”, es decir, un puerro (cebollín) que, si se fijan, justamente tiene la forma de una porra. Porras, en plural, es el nombre de un municipio de Badajoz, de donde se pudo tomar el apellido. También se usó la variante Porres.
En el siglo XVI estaban viviendo un mestizo llegado del virreinato de Nueva España, llamado Diego de Porras, que dejó un hijo que llevó el apellido; y Juan de Porras, un sevillano que estuvo en el Tucumán. En el siglo XVII aparece también, a comienzos, Francisco de Porras y Juan Bautista Porras Salcedo y partiendo el siglo XVIII vivió don Juan Francisco Porras Barreda, quien dejó sucesión femenina. En 1803 casó el limeño don Juan Porras Campos con doña Martina Pérez de Valenzuela, en Quillota. De los anteriores, es poco probable que quedara descendencia hasta hoy con el apellido.
Pero, a fines del siglo XVI vivía como vecino en Chillán, Juan de Porras, quien sí dejó sucesión que ha llevado el apellido hasta por lo menos el siglo XIX (hasta dónde he investigado). Sobre la familia de este personaje han publicado de manera muy somera, Juan Guillermo Muñoz (QEPD) en el libro sobre las “Cuatro Pobladores de Rancagua y sus familias”, en los Cavieres, y Ricardo Manns Bravo en la Revista de Estudios Históricos N° 11, al mencionar a los Jofré de Loaysa.
Filiación
I. JUAN DE PORRAS. A veces llamado Juan Bautista de Porras. Nació por 1560.
Proveniente de Córdoba, España, donde heredó un mayorazgo que reclamaron sus descendientes. Fue vecino de San Bartolomé de Gamboa (Chillán), donde tuvo un par de viñas. Luego de la destrucción de aquella ciudad, pasó a residir a Colchagua, donde recibió mercedes de tierras antes de 1609, cerca de Unco y tres mercedes de 1.500 cuadras en total, en 1610, con las que formó una estancia en Chimbarongo. Impuso una capellanía en el convento de aquel lugar en 1611, con un censo que gravaba la estancia de Chépica. Falleció en 1613, siendo sepultado en el convento de San Juan Bautista de Chimbarongo, del que fue uno de sus fundadores.
Es mencionado en el Purén Indómito entre los defensores de Chillán.
Casó con doña Juana Gutiérrez de Quintanilla, nacida en Osorno, quien fue cautiva de los indígenas que asaltaron Chillán en 1601, siendo liberada más tarde. Vivía en 1617 en Colchagua, fecha en la que Fernando Belluga de Moncada le traspasó una merced de 400 cuadras de demasías en la estancia que ella tenía. Es posible que ella o su esposo tuvieran una antepasada llamada Isabel Rodríguez, pues fue el nombre que usó una de sus nietas. Y también o por ella o su esposo, había antepasados Corral, Laso y Tordesillas, apellidos que llevaron sus hijas y nietos.
Fueron padres de:
1. Doña Juana Bautista de Porras, quien contrajo matrimonio con Juan Andrés Márquez de Estrada y dejó sucesión en Colchagua.
2. Doña María de Tordesillas, que continúa.
3. Doña Ana de Quintanilla, quien casó con Sebastián Marchán y dejó sucesión.
II. DOÑA MARÍA DE TORDESILLAS, llamada también María Rodríguez del Corral. Nació por 1590.
Fue dotada con 2 mil pesos y estuvo activa al menos hasta 1655, viviendo en Colchagua. Había dado un poder testamentario a su marido en 1628. Firmaba. Es posible que haya sido sepultada en el convento de San Juan Bautista de Chimbarongo, donde tenía entierro familiar.
Casó con el capitán Luis Rodríguez de la Cueva, quien recibió mercedes de tierras durante la década del 1610. Llegó a juntar 10 títulos que comprendían 6 mil cuadras en torno a Chimbarongo. Aparte de dedicarse a las labores del campo, tenía una compañía de ganado cabrío en el valle de Rancagua y tenía cuentas pendientes con varios vecinos. Falleció antes de 1655, pidiendo en su último codicilio, de 1633, ser sepultado en la iglesia de San Agustín, en Santiago. Firmaba. Tuvo dos hijos naturales, Diego Rodríguez y una niña que dejó al cuidado de su esposa.
Hijos:
1. Juan Fernández de Porras, que continúa.
2. Pedro Fernández de la Cueva, llamado también Pedro Fernández Lasso y Pedro Fernández de Tordesillas. Casó con doña María Leal y dejó dos hijos legítimos y una natural. Sus descendientes llevaron el apellido Tordesillas por varias generaciones y también se instalaron en la zona de Petorca e Illapel. Esta línea también me gustaría continuarla.
III. JUAN FERNÁNDEZ DE PORRAS. Llamado por su madre como Juan Fernández Lasso, nació por 1617.
Teniente. Natural de Santiago. Encomendero en segunda vida y sucesor de un mayorazgo en la ciudad de Córdoba, España. En 1664 fue testigo de don Antonio Jaraquemada, de 47 años. En 1673 con sus primos Pedro Márquez de Estrada y Diego Marchán de Aldana, dieron información de ser nietos de Juan de Porras y el comendador de los mercedarios señaló que, “cuando llegan a él (convento) los susodichos en correspondencia de que son nietos de tan gran bienhechor y primer fundador, los recibimos con particular agasajo”. Cuando su vecino Juan de Aránguiz levantó casas, le prestó ayuda.
Casó por 1640 con doña Francisca de Caviedes, quien nació por 1620 y llevó más de 2 mil pesos de dote. En 1675 poseía las tierras que después se denominaron Estancilla de La Isla, con 400 cuadras, que su padre había permutado en Codegua a la Compañía de Jesús. En mayo de ese año se encontraba en la estancia de Machalí, donde fue citada para las particiones de su padre. Falleció en 1704. Era hija legítima de Francisco Caviedes e Isabel de Araya, estancieros en El Parral, Machalí y Codegua.
Padres de (los menciono solamente, para mayor detalle ver libro de Juan Guillermo Muñoz y María Inés Abarzúa):
1. Juan de Porras, sin sucesión legítima.
2. Pedro de Porras, sin descendencia legítima.
3. María de Porras, nació por 1644. Casó con el capitán Luis de Cárdenas, con sucesión.
4. Florencia de Porras, natural de Santiago. Casó primero en Santiago el 19-III-1670 con Cristóbal de Salas. Casó en segundas nupcias en Santiago el 8-V-1705 con Pedro Antonio Solís de Ovando, viudo de María Fuenzalida. Con sucesión.
5. Luisa de Porras, casó con el Alférez Juan Rubio Veloso, con descendencia.
6. Isabel de Porras, casó con Antonio Moreno. Con sucesión.
7. Juana de Porras, casó con Pedro Zapata.
Hijo natural:
8. Luis de Porras, que sigue.
IV. LUIS DE PORRAS. Nació poco antes de 1640 en la doctrina de Rancagua.
Teniente y Mayordomo.
Apadrinó un bautismo en 1669. El 8-VI-1694 le compró al Capitán Francisco de Miranda Salas, cuñado de su media hermana Florencia, 600 cuadras que éste había comprado a los jesuitas, colindante con las tierras de la Compañía, con las de los herederos de Juan de Porras y las de Juan de Aránguiz. El 8-IV-1712 declaró 90 años, pero a todas luces no es creíble. En 1719 volvió a traspasar esas tierras a los jesuitas, luego de algunos pleitos con ellos y otros con un grupo de indios de Codegua. Tuvo indios a su cargo, probablemente en depósito.
Casó con Juana de Morales.
Padres de:
1. Felipe de Porras, que sigue.
2. Isabel de Porras, casó antes de 1688 con el teniente Gaspar Maldonado, con sucesión.
V. FELIPE DE PORRAS. Nació por 1670 en la doctrina de Rancagua.
Casó en primeras nupcias con Lorenza de Espino o del Pino.
Casó en segundas nupcias en 1699, en Santiago, con doña Antonia de Morales, hija natural de Francisco Morales (de Albornoz) y de doña Antonia de Arcaya, esta última hija del capitán Melchor de Arcaya, proveniente de Vitoria en Álava, España y de doña Luciana de Barahona.
Doña Antonia de Morales falleció en 1724, siendo sepultada en la Iglesia de San Francisco en Santiago.
Hijo del primer matrimonio:
1. Agustín de la Rosa Porras, quien nació en 1693 y fue bautizado en 1699 en Rancagua.
Hijos del segundo matrimonio:
2. Miguel de Porras, nació por 1700 y se trasladó a vivir a Petorca, donde fue sepultado en 1782. Al igual que su padre, casó dos veces. La primera con Rafaela Calderón, en Santiago en 1720, con quien dejó descendencia masculina que continuó el apellido en Putaendo, San Fellipe, Los Andes y alrededores (Jacinto, Ventura y Juan José); y la segunda con doña Teresa Reyes Silva, quien nació en Aconcagua y falleció viuda en 1783 en Petorca. Con esta última esposa dejó un hijo, don Pedro Antonio Porras, minero que dejó descendencia en Petorca, Salamanca e Illapel.
3. Doña Rosa Porras, quien casó en 1723 con el capitán Luis Jofré de Loaysa, descendiente de esta importante familia, con quien dejó bastante descendencia en el Maule.
4. Juan José de Porras, bautizado en 1706.
5. Lorenzo de Porras, nacido por 1708 y bautizado en 1720.
Como se puede apreciar, no fueron muy prolíficos los Porras y en algunas generaciones el apellido estuvo a punto de desaparecer. Es un caso interesante, ya que normalmente las familias más antiguas tienen también más miembros.
Así como esta familia, son varias las que tienen un viejo pasado en nuestro país que ha quedado invisibilizado por el paso de los siglos. Descubrir esta pervivencia, aquí expuesta en forma muy sucinta, puede resultar sorprendente a primera vista, aunque la cierto es que nuestras raíces son profundas en esta tierra.
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Nota: la foto de portada es de una panorámica de Salamanca, Chile.