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Foto del escritorCristián Cofré León

Los LEPE, una familia de constructores

Actualizado: 14 mar 2021


Ubicación de Lepe.

Lepe actualmente es un municipio español ubicado en Huelva, Andalucía. Y es de dónde venía Juan de Lepe, el primero de su apellido en la genealogía que expondré. Hay muchos de este apellido en España, México, Guatemala y Chile; aunque no he podido establecer relación con aquel llegado al sur del mundo. Hasta ahora, no he detectado otros Lepe que hayan venido del extranjero, al menos entre el siglo XVI y mediados del XIX.


Algunos han “italianizado” el apellido escribiéndolo Leppe, que no es más que una deformación del mismo apellido que estudio.


En el 2009 colaboré con dos genealogistas en un libro, del que soy coautor, titulado “La Historia y Genealogía de Diego de Lepe de la villa de Palos de la Frontera, Puerto Rico y Chile”. Aunque en esa oportunidad se vinculó al primero que llegó a esta tierra como un hijo de un Juan de Lepe nacido en Almonte, Huelva, y de Juana de los Arcos, me parece que no hay ni había entonces pruebas suficientes para establecer una genealogía entre ambos, más allá de una coincidencia de apellidos, lugar y fechas.


Mientras recorro esta y otras familias voy encontrando algunas cosas sorprendentes, las historias de las personas a veces tan difíciles de desentrañar, se van mostrando casi como premio al esfuerzo invertido.


I. JUAN DE LEPE. Debió nacer por 1535.


Rúbrica de Juan de Lepe, 1587.

Fue llamado “el viejo” en su edad adulta y la primera evidencia de su permanencia en Chile data de 1565, cuando fue uno de los tres “artesanos meritorios” a los que se les solicitó realizar un plano y calcular los costos de hacer la iglesia de Santo Domingo en Santiago. Tres años después recibió provisiones de Concepción; en 1575 la Real Hacienda le solicitó construir una mesa, desde luego una acorde a la dignidad de dicha institución. Como eran tiempos de guerra, envió un arcabuz, un morrión y coracinas un año después.


En 1587 era el “fiel de las medidas” de Santiago. Este cargo iba regularmente ligado a algún maestro artesano y sus funciones consistían en verificar con un padrón que daba el cabildo, que las medidas de arrobas (35,5 litros) y medias arrobas estuvieran correctas en el comercio. Es decir, que cuando un comerciante vendiera media arroba de vino, la botija que contenía la bebida fuera realmente de aquella capacidad. Lo que pasaba es que no faltaron los inescrupulosos que engrosaban la greda de las botijas y aunque por fuera se veían de un volumen adecuado, por dentro contenían menos líquido. Juan de Lepe tuvo que hacerse cargo de este problema verificando vasijas y sancionando a los infractores.


Botija sevillana.

La profesión de Juan de Lepe era la de carpintero, encontrándose en la capa social baja de los españoles de aquella época, ya que trabajaba con sus manos para vivir. Junto a él estaban funcionarios de bajo nivel, como coadjutores, pregoneros o porteros de cabildo. Don Armando de Ramón lo ubicó como uno de los personajes representativos de ese nivel, al ser elegido por varios santiaguinos para ser el padrino de bautismo de sus hijos, lo que evidencia una cierta confianza en su persona, de manera recurrente.


En 1575 era suyo el solar (un cuarto de cuadra) ubicado en la esquina poniente de las calles Miraflores y Alameda, donde hoy está el Archivo Nacional Histórico y parte de la Biblioteca Nacional. Cosas de la vida, hoy trabaja justamente en ese mismo lugar una de sus descendientes, la directora del Archivo, Emma de Ramón.


Falleció por 1596 y hasta sus últimos días estuvo trabajando en sus obras.


Cuando uno escucha hablar de un carpintero, inmediatamente se imagina a un mueblista o a quienes trabajan con la madera haciendo quizás escaleras o terrazas, reparándolas, etc. Pues bien, cuando les contaba que uno descubre cosas sorprendentes, justamente me ocurrió en este punto. Lo cierto es que un carpintero del siglo XVI era el mismo que hacía una mesa, aunque con cierta elaboración, con arte de por medio; pero también era el que diseñaba y construía las casas de la creciente ciudad; el que diseñaba, construía e instalaba molinos y el mismo que podía diseñar y construir, junto a canteros, las iglesias y conventos de la capital, del tamaño de la Iglesia de San Francisco, por ejemplo, única de aquellas fechas que nos acompaña en estos días. Además del diseño arquitectónico, el análisis de ingeniería y la construcción de estas monumentales obras, también hacían los retablos, aquellos que quedaban detrás del altar de las iglesias, con columnas y figuras talladas en madera; balaustros y púlpitos. No sé si ha quedado totalmente claro, pero si tuviéramos que llevarlos a las profesiones actuales, eran arquitectos, ingenieros (hidráulicos, mecánicos, estructurales), constructores civiles, pero también verdaderos artistas que tallaban la madera con diferentes formas, incluso a uno de ellos le llamaban "escultor". Eran imprescindibles para el desarrollo de la ciudad y trabajaban con herramientas bastante rudimentarias que se iban traspasando por generaciones.


Taller de artesano.

Tenían una “carrera profesional” que venía desde el medioevo europeo. Partían como aprendices con un maestro; con él estaban hasta adquirir la profesión de manera formal, luego pasaban a ser oficiales y posteriormente podían llegar a ser maestros carpinteros. Algunos pocos llegaban a ser alarifes de la ciudad, lo que podría considerarse como una especie de director de obras de los municipios actuales.


Juan de Lepe contrajo matrimonio por 1567 con Ana Rodríguez, seguramente española. Tuvieron al menos seis hijos y como si hubiera pensado fundar una dinastía de artesanos, sus yernos fueron: un notable maestro carpintero (de los más importantes), un curtidor, y un sastre y comerciante que se enriqueció con el segundo oficio. Su hijo de igual nombre fue herrero. Su esposa Ana debió fallecer poco después de 1605.


Juan de Lepe también dejó otros herederos, ya no de sus bienes materiales, sino de su profesión (y talento). Al menos dos hijos naturales llevaron su apellido a un sitial de honor en cuanto a la construcción desde tajamares, puentes, pilas, casas... hasta iglesias y conventos en la novel ciudad. Dos líneas descendentes por generaciones fueron referentes de maestros carpinteros. Uno de estos hijos, Pedro, debió nacer por 1570, mientras que del otro, Mateo, se sabe algo más.


Por 1585 tuvo amores con una indígena “de arriba” llamada por su nombre cristiano Leonor, con quien incluso fueron padrinos de un bautismo al año siguiente. El "arriba" de entonces se refería al sur de Chile, generalmente a las tierras no conquistadas de Arauco. Fruto de esta relación nacería uno de los más prominentes maestros carpinteros de la primera mitad del siglo XVII en Santiago, cuya trayectoria me ha llevado a creer que se trata de alguien único. No me atrevo a llamarlo genio, pero si no lo fue, me parece que estuvo cerca: Mateo de Lepe.


En el siguiente capítulo desarrollaré algunas líneas de artesanos de esta familia, aunque me enfocaré en su principal exponente.


¿Te imaginabas lo que hacían los carpinteros de entonces?



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