El destacado biólogo chileno Humberto Maturana decía que en la conversación, al comunicarnos con otros, vamos construyendo nuestras realidades porque estas son cimentadas por los interlocutores a través de las palabras; de ahí que de forma un tanto simplista, se diga que las palabras construyen realidades. ¿Y por qué me acordé del biólogo-filósofo? Porque tengo toda la impresión de que el “reino de Chile” fue construido a través del uso reiterado de esas palabras por la sociedad que se estaba formando en aquel rincón americano, hasta que fue “reconocido” por todos los otros lugares en el continente, pero principalmente en la Corte.
Hace ya más de 50 años Fernando Campos Harriet, reputado investigador, se preguntó ¿Por qué se llamó “reino” a Chile?, y es muy interesante lo que averiguó. En primer término, deja en claro algo que quizá muchos no sepan, que el calificativo de “reino” en realidad no tenía ninguna relevancia jurídica, ya que era una de las formas (coloquiales) con que, en el siglo XVI, se les llamó a los territorios que iban incorporándose a la corona castellana, principalmente en América. Lo usual era llamarles tierras, provincias, virreinatos; distinto de los reinos de la península ibérica que tenían fueros y prerrogativas propias (España era una unión de reinos).
La particularidad de Chile es que este calificativo de reino se afianzó en el tiempo –a diferencia de las otras provincias americanas– no sólo en el plano coloquial, sino inclusive en lo oficial, al menos en lo que respecta al nombre, ya que no hubo ningún cambio de su situación jurídica.
¿Y cuál sería la gracia del nombre? Bueno, una curiosidad, ya que los territorios conocidos como Perú o Nueva España (en el siglo XVI), por ejemplo, eran virreinatos. Y curiosamente, el reino de Chile estaba adscrito geopolíticamente al virreinato del Perú. Raro, ¿no? Un reino que era parte de un virreino. Es como si este pequeño rincón desdeñara ser inferior a Castilla, León, Aragón, Navarra… y su sociedad se sintiera y, le hiciera ver al resto, que prácticamente estaban a un mismo nivel. ¿Habrá sido ese el mensaje que se quería transmitir? Aunque reconozco que no he estudiado a fondo el tema, creo que algo de eso hay y voy a explicarlo.
Por lo general existen visiones platónicas respecto de los orígenes de las cosas, se busca un único evento fundador que hace que desde ahí en adelante se cree algo, yo mismo estudié el origen de las salinas de Cáhuil y algo avanzamos con el origen del pisco; pero la realidad es mucho más compleja. Difícilmente uno encuentra esos momentos “eureka”, la mayoría de las veces se trata de procesos.
En el caso en cuestión, me parece que hubo un plan de marketing extraordinario, no guiado por la estrategia de una persona, sino por la conciencia (o subconciencia) de una sociedad entera. El aparentemente altanero Pedro de Valdivia fue probablemente el primero en darse cuenta del poder de las palabras. Ya en el temprano 1545 transmitía su “realidad” sobre Chile: “Y para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quisiesen venir a avecindar, que vengan, porque esta tierra es tal que para vivir en ella y perpetuarse, no la hay mejor en el mundo”. Claro, necesitaba gente para cimentarse en el territorio, no le iba a contar al monarca que se habían encontrado con un enemigo formidable…
Y cuando el rey creó la gobernación de Chile y ahora Valdivia se entendía directamente con Carlos I, ya evidenciaba una idea clara, un nombre para su proyecto: “…todo el pueblo de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo en estos reinos de la Nueva Extremadura”. Sí, él afirmaba que gobernaba reinos, pero hay que considerar que era la forma que se utilizaba, y -detalle importante- sin ocupar vocablos indígenas, sino bien españolizado (muy civilizado): Nueva Extremadura, aunque este último apelativo no prosperó mucho tiempo más.
En otros documentos se repiten los conceptos y se habla de “reino y gobernación del Nuevo Extremo”. Pero para la corona, estas fueron las “provincias de Chile”, como se estilaba, en plural; aunque al comienzo también se le señalaba como “provincia de Chile, llamada la Nueva Extremadura”.
Ahh, se me olvidaba decir que, de acuerdo a Campos Harriet, fue el jesuita Diego de Rosales quien escribió la “Historia General del Reino de Chile” (de mediados del s. XVII), el que dio un argumento para mostrar un origen puntual a la denominación, decía que cuando Felipe II estaba por casarse con María Tudor, en 1554, era príncipe, pero María era reina y esta última no podía tener un matrimonio desigual, así que el rey Carlos I de España (V de Alemania), le cedió el trono de Nápoles y el del “reino de Chile” a su hijo. De tal forma que ahora Felipe sí era rey y, por tanto, podía casarse con su prometida.
Aunque suena simpático, a mí no me parece creíble. Se agrega que pudo ser Jerónimo de Alderete quien al llevar oro chileno como presente a los novios trajo consigo la noticia cuando fue nombrado en reemplazo del difunto Pedro de Valdivia. Aunque Alderete zarpó a fines de 1555 y nunca llegó a destino.
Campos Harriet no tuvo la ventaja actual de contar con mucha información disponible; pero se dio cuenta de algo importante, hay que considerar quién habla, quiénes son los que hablan de “Reino de Chile”. El investigador sostiene que “a partir de Felipe II (1556 – 1598 como rey de España) ya se califica a Chile siempre de Reino” aunque, como veremos, no fue así.
LOS HABLANTES
Documentos no oficiales
Particulares
La primera mención que he encontrado en un documento no oficial es del 28 de agosto de 1555 en La Serena, cuando aparece en la información de servicios que Francisco de Aguirre pretendía dar a conocer al rey “…si saben que antes que el dicho general viniese del Estero a socorrer este reino de Chile, ni se supiese de él…”. Luego hay otras referencias justamente de testigos, que también hablan del reino del Perú, por ejemplo. Es decir, esto se encuentra en documentos no oficiales, de particulares, lo que está más relacionado al ámbito de trato corriente, sin tantos formalismos. Y desde esa fecha en adelante se sucedieron informaciones con la misma idea de reino de Chile.
Cronistas (Particulares)
La primera mención más antigua de este subgrupo, data al menos de 1558, cuando Jerónimo de Vivar terminó de escribir su llamada “Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile”, aunque sería un título posterior porque la tapa de su manuscrito se perdió, en sus capítulos sí se refiere al “reino de Chile”. Este grupo lo completan Alonso de Góngora Marmolejo: “Historia de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado”, terminada de escribir en 1575; y por último Pedro Mariño de Lobera: "Crónica del reino de Chile", terminada antes de 1595, aunque tuvo “retoques” del jesuita Bartolomé de Escobar posteriormente.
Documentos Oficiales
Cabildo de Santiago
La fecha más antigua que he encontrado, data del 8 de marzo de 1580, cuando fue recibido Martín Ruiz de Gamboa como gobernador “… reciban sus mercedes al dicho señor mariscal Martín Ruiz de Gamboa por gobernador y capitán general y justicia mayor deste reino de Chile…” (Documentos Inéditos...). Y dicho trato continuó durante el resto de la centuria.
Particulares
La primera mención en España de un particular en un documento oficial que he encontrado, es la de Juan de Losada Quiroga, quien le escribe al rey por una misión que debía concretar, de llevar “el socorro del reino de Chile”, en 1573. Él ya había estado en aquel “reino” y en ese instante estaba pronto a volver como general de una expedición (La Odisea de los Salvadores).
El rey
Revisadas las cédulas reales del siglo XVI no hallé ninguna en que -de parte de la Corte- se mencionara a Chile como Reino, para el rey Felipe II siempre se trataba de "provincias de Chile". Incluso para Alonso de Ercilla, que tenía la visión peninsular, también. Hasta que el 26 de agosto de 1600 el rey Felipe III decía: “…que se ha mandado se envíen con la brevedad posible al reino de Chile…” (PARES, Audiencia de Chile 170, L.3). Fue un exabrupto probablemente, porque al siguiente documento vuelve a provincias. Pero a esa altura, la batalla por el nombre estaba ganada.
En 1604, cuando se promulgó la tercera ley de Indias con Felipe III, se explicita que “… las licencias que se pidieren para salir del reino de Chile, soldado o persona militar…” Luego desde la Corte se sigue con el mismo trato en 1627, 1634 y en adelante.
El “reino de Chile” ya fue aceptado por todos.
CONCLUYENDO
Falta investigación (todavía no he estudiado lo suficiente), esta es una primera pincelada a un tema que me llamó la atención y que me pareció interesante. Se puede complementar el trabajo hecho por Campos Harriet y quizá se logre verificar la nueva hipótesis que planteé al comienzo, que no hay una fecha de origen, sino un proceso que tuvo como principales propulsores a los individuos, a los españoles que avecindados en Chile la elevaron de categoría y con la continua repetición de los privados, de cronistas, y oficialmente del cabildo; finalmente terminaron por torcer en la mente de los oyentes (o lectores en realidad) ubicados en Europa, el rótulo dado a este apartado rincón. Y así como no perduró el apelativo de “Nueva Extremadura”, sí permaneció la idea de Valdivia de que acá había un reino, aunque sea en la conciencia colectiva. Se demoró todo el siglo XVI, pero finalmente ganó ¿por persistencia?
Pareciera que la sociedad fue creando una realidad con las palabras.
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