En 1635 llegó a vivir a Cáhuil Antonio de Lesana, quien había oficiado de contador para el cabildo de Santiago en 1612 y falleció por 1637. Contrajo matrimonio con María Corral o Cortés, nacida en Valdivia. Ella dio poder testamentario en 1643, a su hijo de igual nombre que su padre en la “estancia del dicho Antonio de Lesana, costa de la mar”, puesto que los Lesana ya se habían instalado de forma definitiva.
En Santiago, el 10-XII-1638, solo un día después de que Lorenzo Núñez de Silva obtuviera la confirmación del gobernador:
“hacen trueque y permuta como por el tenor de la presente el dicho Antonio de Lesana deja y da al dicho capitán Lorenzo Núñez de Silva, todas las tierras, la cantidad que son conforme a su título y para quien de sus herederos le sucediere y el dicho capitán Lorenzo Núñez de Silva da al dicho Antonio de Lesana y para sus herederos en satisfacción de las cuales deja toda la cantidad de tierras altas, lomas y vallecillos y quebradas que tiene llamadas la isla, que hacen la mar y dos lagunas que le pertenecen por títulos, uno de 500 cuadras en favor de Andrés López de Gamboa y la escritura de venta que le hizo de ellas, y por dos títulos que compró de Juan Francisco de Acevedo y por otro de demasías que le hizo merced el señor gobernador don Luis Fernández de Córdoba y Arce de que le entrega un traslado de cada uno de los títulos y se queda con los originales”, “el dicho Antonio de Lesana ha debido toda la dicha isla por este trueque sin reserva alguna más que de las que fueron a la entrada de ella de doña Leonor de la Corte y ahora son del maestre de campo Felipe de Arce Cabeza de Vaca”.
A través de una permutación de tierras, Antonio de Lesana, el mozo, adquirió la extensa estancia de la Costa de la mar, que incluía toda la costa entre la laguna de Petrel, pasando por Pichilemu, hasta la laguna de Cáhuil y estero de Nilahue, puesto que ese lugar vendría siendo la entrada a la laguna o lagunas del sector y perteneció primero a doña Leonor de la Corte y por dote a su yerno Arce Cabeza de Vaca (con la salvedad no escrita que 10 cuadras en la orilla de la laguna las había cedido a Sebastián Verdugo).
Más o menos en las mismas fechas que se acordaba el trueque de tierras entre Lesana y Núñez de Silva, don Tomás Calderón, dueño de posesiones en Quillota, de casas en Santiago y estancia en el valle de Colchagua y Lihueimo; estaba esperando heredar las cuadras de la costa de su abuelo Tomás Durán. Lo anterior finalmente ocurrió y en septiembre de 1639 irrumpió en parte de la estancia que Lesana consideraba suya. Declaró el capitán Lorenzo Núñez de Silva que Calderón había entrado con:
“…ranchos y corrales en la Isla que hay entre la laguna llamada con el dicho nombre de Petel y la otra de Los Choros, teniendo en ellas el dicho Antonio de Lesana sus ganados mayores y menores, ranchos, los indios sementeras y corrales”
Y agregaba que:
“por ser persona pobre y miserable dicho Antonio de Lesana, le quitaron dichas tierras y se metieron en ella con dichos corrales y majadas y luego para encubrir dicho delito estando pendiente dicho juicio de despojo ocurrió a esta Real Audiencia para darle color pidiendo amparo de posesión, ocultando con dicha relación siniestra el estado de la causa”.
Calderón alegó que su título era anterior al de cualquiera, cuestión efectiva, y que por lo tanto estaba ocupando lo que le correspondía. Sin embargo, Lesana y Núñez de Silva (que por haberle vendido la estancia era responsable de que estuviera limpia legalmente) alegaron que él nunca la había ocupado y que el gobernador le había confirmado tal posesión. La disputa duró un buen tiempo y como Calderón no tenía intenciones de vivir allí, vendió su derecho de 600 cuadras el 24-III-1642 a Francisco González de Liébana en una mezcla de trueque y compra venta de mercedes. Posteriormente, el 17-II-1649 este último y su esposa doña Juana de Almoguera se comprometieron a vender a don Juan del Castillo Velasco “un título y tierras que los susodichos tienen y poseen en la costa de la mar y sitio de Petel, linde con Antonio de Lesana y doña Inés Chacón, que hubieron los susodichos de el general don Tomás Calderón en precio o trueque de las que se vendieron en el valle de Lihueimo”. Aunque pareciera que esta venta finalmente no se concretó, puesto que descendientes de González de Liébana heredaron esas tierras en Pichilemu.
Lo anterior demuestra que las cuadras que tomó Calderón estaban ubicadas al norte de punta de Lobos, más cerca de Pichilemu, puesto que lindaban con las tierras de doña Inés Chacón, viuda de Bartolomé de Rojas y Puebla (la estancia Petrel) y por el sur con la posesión de Antonio de Lesana.
Lesana siguió siendo el dueño del territorio inmediato a la laguna, exceptuando la parte suroriente. Allí sembró y tuvo ganados, e incluso arrendó parte de ella en 1653 a Pedro Vidal de Arras “las tierras que al presente vive en estas lagunas de Cagüil” por dos años, comprometiéndose el último a pagar 37 pesos anuales. Vidal fue el fundador de la primera familia de ese apellido en Chile[1], la más abundante y que se radicó fundamentalmente en la costa de Colchagua.
Lesana había contraído matrimonio por 1625 con doña Francisca Hernández, hija legítima de Francisco Hernández y Melchora Pérez. Esta última era hermana de Beatriz González, la esposa de Juan Francisco de Acevedo, ya mencionado. Por lo tanto, la esposa de Lesana era sobrina de un antiguo dueño del sector.
Siete hijos de esta pareja pudieron llegar a la adultez, pese a que doña Francisca Hernández falleció durante un parto a comienzos de 1638. Fue enterrada en primera instancia en Mayermo, para luego ser trasladada a su descanso definitivo en el convento de Santo Domingo en Santiago.
De sus hijos hay constancia que doña Juana Lesana heredó tierras en la laguna de Cáhuil, las que por no tener sucesión de su esposo Andrés Gilbertos, dejó a su sobrino José de Lesana en 1701. Contiguas a sus cuadras estaban las de su hermana Isabel y las de Adrián Cornejo. Doña Isabel casó con Domingo del Pino. Sus hijos dividieron la parte que les correspondía en el sector de Cáhuil y sus descendientes continuaron viviendo y difundiéndose por la costa y todo Colchagua, seguramente son los antepasados de una gran mayoría de las familias Pino del país.
Doña Beatriz de Lesana fue dotada con 240 cuadras en Cáhuil cuando contrajo matrimonio con el capitán Francisco González de Liébana, hijo del homónimo comprador de la merced dada originalmente a Tomás Durán. Esta pareja transmitió estas cuadras (menos 40) a sus hijos y se encontraban ubicadas en un lugar “llamado Los Lobos”, “donde había muchos lobos marinos” (Punta de Lobos). Además, sus herederos tenían en 1749 1.000 cuadras junto a la laguna de Petrel, las que contenían al actual Pichilemu.
Antonio de Lesana, el tercero del nombre, también heredó tierra en Cáhuil y las traspasó posteriormente a su hijo José, quien también recibió las de su tía Juana. En 1749 tenía 653,25 cuadras junto a la laguna, cuyo lindero comenzaba “en una loma que está a las orillas de la laguna de Cáhuil nombrada doña Leonor de la Corte” (luego de 100 años todavía recordaban a esta importante señora); hasta llegar a la quebrada de las Barrancas; lo que debería corresponder a la zona sureste de la laguna. De esta y otras ramas descienden los Lesana del sector costero, hasta Rapel. Muchos de ellos derivaron su apellido en Lizama o Lizana y sus combinaciones ortográficas (con s, z, m, o n).
Si quieres descargar el artículo completo en formato PDF, haz click AQUÍ.
[1] Hubo otra familia afincada en Curicó y Santiago estudiada por Enrique Molina Canales, La familia Vidal de Curicó en Revista de Estudios Históricos N° 60, pág. 197, Instituto Chileno de Investigaciones Genealógicas, Santiago, 2018.
Comments